La relación profesor-alumno en el aula

Empiezo hoy una serie de publicaciones relacionadas con mi itinerario formativo personal, que me llevó el curso pasado a preguntarme por mi identidad y mi preparación como educador. Llegando a la mitad de mi vida laboral, casi 20 años después del comienzo, necesito reflexionar hacia dónde voy, desarrollarme profesionalmente... y acercarme al estudio de esta profesión, tan compleja, y que tantas veces me descoloca, me exige, me reduce... y otras me hace sentirme en el pleno centro de la vida.

Una de las recomendaciones (con préstamo incluido) de Fernando Marhuenda, el pasado mes de julio en una iluminadora visita, fue  "La relación profesor-alumno en el aula" de Pedro Morales. 
En la presentación del libro define claramente el enfoque de la relación profesor-alumno que se va tratar de desarrollar. Se trata de una relación profesional que se define como eficaz en cuanto se alinea con nuestro objetivo como profesores: buscar el éxito de nuestros alumnos en su aprendizaje integral.


El libro aborda las siguientes claves: 

1. Los efectos no pretendidos, pero sí conseguidos. 
El impacto de nuestra enseñanza va más allá de lo que a veces somos conscientes o pretendemos, tanto para bien como para mal. Si somos conscientes de estos efectos, podemos convertirlos en finalidades pretendidas. 
Lo que se enseña sin querer enseñarlo, y lo que se aprende sin querer aprenderlo puede ser, y es con frecuencia, lo más importante y lo más permanente del proceso de enseñanza-aprendizaje, y esto a su vez depende, en buena medida, del estilo de relación que establecemos con los alumnos.

2. Características y actitudes de los profesores que mantienen una buena relación con los alumnos. 
La relación con nuestros alumnos depende de nuestras actitudes y de cómo nos vemos a nosotros mismos como profesores. Los buenos profesores se preguntan sobre cómo ser, cómo pueden ser, y cómo me veo en cuanto a profesor.
En este capítulo se cita una investigación de Deiro (1995) sobre la percepción de los alumnos sobre las características del buen profesor. 
Tener a la vista en la percepción y juicio de nuestros alumnos nos permitirá entrar mejor en su mundo. Su opinión no es nuestra norma, pero devolverles de manera un poco organizada su visión del buen profesor o del profesor deseado si puede ser una buena oportunidad para la reflexión suya y nuestra.

Aparece después una nota al pie, que es una de mis favoritas del libro: Deiro (1995) subraya también, como consecuencia de su investigación, la importancia del "lugar de control interno". Esta expresión, (quizás una traducción poco afortunada del internal locus of control...) quiere decir que asumimos la responsabilidad de lo que hacemos y de las consecuencias de lo que hacemos, sin echar la culpa permanentemente a los demás (en el caso de los profesores: si las cosas no van bien es porque los alumnos son incapaces, tampoco motivados, no estudian, etc.; o nos faltan medios, o con este director no se puede hacer nada). Esta aceptación de la propia responsabilidad es también muy característica de los alumnos que van mejor en los estudios, y en general... del éxito genuino en la vida.

3. La relación es multidimensional y va mucho más allá de lo que entendemos como relaciones humanas. Abarca todo el proceso de enseñanza-aprendizaje que se desarrolla en el aula, lo que hacemos, cómo estructuramos el aprendizaje, las orientaciones que damos, cómo apoyamos su autonomía...
No será posible una buena relación profesor-alumno sin eficacia en la tarea docente. Al fin y al cabo, es nuestra tarea más básica, que los alumnos aprendan. Sin embargo, tampoco seremos capaz de transmitir y educar, si no existe una buena relación convencional, humana...que podemos potenciar si nos permitimos ser nosotros mismos, si nos dejamos ser, según momentos y flexibilizando nuestro roles formales.
Las tres acciones del profesor que producen efectos en las emociones y conductas de los alumnos, y por tanto satisfacen ciertas necesidades, son:
  • La calidad de las relaciones interpersonales.  Satisface la necesidad de pertenencia, de mantener buenas relaciones. Hay que saber crear un ambiente de seguridad y paz, de manera que los alumnos puedan sentir que aquí hay que trabajar pero se está bien. 
  • Dar estructura al aprendizaje. Satisface la necesidad de ser y verse competente. La organización del aprendizaje requiere flexibilidad y capacidad de adaptación para cuidar la secuencia didáctica, el ritmo, las tareas propuestas, dar información de ayuda, responder de forma consistente.
  • Apoyar la autonomía del alumno. Satisface la necesidad de crecer como persona. Tiene que ver con el margen de libertad que se concede, con la ausencia de presión y de premios externos, con la capacidad de motivación interna.
4. Nos influimos mutuamente. Nuestra actitud condiciona las actitudes de nuestros alumnos y al revés. Las expectativas estimulan y se convierten en conductas, por lo que las deberíamos tener con todos. Si se forma una mala relación, nos toca a nosotros intentar mejorarla.  No es una cuestión menor en la relación con los alumnos que más guerra dan, los que más dificultades tienen...Aquí se mezclan nuestras emociones y sentimientos, y a veces resulta difícil prescindir de ellos.
En este aspecto destaca la importancia de las primeras impresiones y del primer día de clase.

5. El efecto Pigmalión. Las expectativas del profesor se convierten en conductas que influyen en la cordialidad, las inteacciones orales, la información sobre el aprendizaje (feedback), el tipo de refuerzo, alabanza y críticas; la agrupación de los alumnos y la asignación de tareas. 
Si esperamos mucho de nuestros alumnos favorecemos el aprendizaje de nuestros alumnos, pero no es suficiente si no trabajamos para que esas expectativas se cumplan. No es simplemente la manifestación de palabras de ánimo, sino un compromiso para nosotros. 

5. Las preguntas orales en el aula es uno de los apartados que Morales ha incluido en el libro que más me ha hecho pensar. No me lo esperaba. Con ese nombre se refiere a las interacciones orales que se producen "delante" de la clase. Nos permiten verificar el progreso de la clase, repasar lo explicado y consolidar lo aprendido, hacer un diagnóstico de los problemas de aprendizaje, centrar la atención de los alumnos y estimular su interés, iniciar discusiones y estimular la participación, estimular la aplicación de lo aprendido, el pensamiento crítico y creativo y los procesos mentales que deseamos que se produzcan. 

6. El feedback. Se resumen las conclusiones de una gran cantidad de investigaciones experimentales al respecto:
  • Indicar el porqué del error. No basta con indicar el error, es necesario dar información complementaria o indicar el porqué, especialmente en preguntas que requieran comprensión.
  • Alabar verbalmente en caso de respuestas correctas. Incide en nuestras actitudes y nuestra motivación.
  • Alabar aciertos específicos. Si la alabanza se da sin tener en cuenta la calidad de la tarea y se da simplemente por el mero hecho de hacerla, se produce un ligero efecto negativo en la motivación intrínsea del alumno
  • Informar cuanto antes. El conocimiento rápido de resultados favorece la consolidación del aprendizaje.
  • El feedback es mucho más provechoso si proviene de evaluaciones formativas, y no de exámenes en el sentido propio, que cuentan para la nota final. El alumno presta más atención a la corrección de errores si sabe que va a haber otra oportunidad para mejorar.
  • Repetir pruebas parciales. 
7. Evaluación formativa. Las evaluaciones breves, frecuentes y más informales pueden ser muy beneficiosas para el aprendizaje.  La evaluación tiene gran impacto en la motivación. Nos motiva el éxito, los objetivos claros, que los demás esperen mucho de nosotros y saber cómo podemos corregir nuestros errores. 

8. La relación de los alumnos entre sí.  Los profesores tenemos ciertos poderes para mejorar el clima de la clase, podemos potenciar las situaciones de manera que sean educativas, fomentar la colaboración y el diálogo; y especialmente, tenemos la posibilidad de establecer objetivos como integrar en el grupo a los alumnos más marginales, aprender a trabajar juntos y reflexionar sobre nuestras propias actitudes y valores.

Para terminar, cito textualmente alguna parte de la conclusión final:
Nuestra relación personal con los alumnos dentro del aula abarca todo lo que ya hacemos como profesores, y quizás más que podríamos hacer a través de los que ya hacemos. Nuestra relación con los alumnos puede ser el vehículo para que nuestra tarea como profesores trascienda nuestra propia asignatura y los alumnos puedan aprender cosas importantes para su propia vida. (...)descuidar nuestra relación con los alumnos puede ser nuestra gran ocasión perdida.
(...)cualquier estilo de relación nacerá, o crecerá, desde nuestras propias convicciones sobre qué es ser profesor, y del tomar conciencia de una manera muy explícita del efecto real que tiene en los alumnos todo lo que hacemos... o dejamos de hacer. 

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